Por: M.A. Mirna Izquierdo Gómez
Así vista, la
democracia como aspiración de un régimen
político en el ejercicio de Gobierno, puede coexistir sin problemas con la
autocracia al interior de las organizaciones, el ejercicio de transparencia y
rendición de cuentas se establece como un slogan, sin ser obligatorio con los
votantes, o con los ciudadanos.
Para impedir la gobernabilidad en procesos de
cambio social, las nuevas derechas han encontrado modos para promover una
suerte de inestabilidad de masas mediante grandes movilizaciones populares
impulsadas desde arriba, convocadas por los grandes medios monopolizados. Aquí
el papel de los medios es importante, pero no factor decisivo. Mucho más
importante es fomentar la intolerancia y los miedos de las clases medias, y de
importantes sectores populares, hacia los ciudadanos diferentes sean estos
indios, pobres, de otras lenguas y culturas.
Divulgar miedo da
buenos dividendos, de ahí que en todos los procesos mencionados, la
delincuencia y la violencia urbana se hayan disparado o ésa es la impresión
dominante entre buena parte de la población. El crimen perfecto con el amparo
de la ley y sus instituciones en un escandalo mayúsculo. Si bien en cierto que
Brasil, se ha incorporado rápidamente a la globalización y a la tecnificación,
quizá como un ejemplo de mercado exitoso en lo general, pero en lo local, un
problema latente de desigualdad y violencia casi incontenible, su historia de
colonización, militarismo y crisis profunda por muchos años, se enfrenta hoy a
una política económica e internacional sin precedentes, un país entrañable,
alegre y marcado por Gobiernos corruptos, en la era civil y de promesas.
Otro elemento es el manejo politico de la opinión pública. En Colombia por ejemplo, el elemento movilizador es el
“terrorismo” de las FARC, pero en Argentina un padre de familia, cuyo hijo fue
asesinado por delincuentes, Juan Carlos Blumberg, movilizó cientos de miles con
la excusa de la inseguridad ciudadana, codo a codo con la ultraderecha, contra
el gobierno de Néstor Kirchner.
Las nuevas derechas,
con las que defienden una televisora
golpista en Caracas, tienen capacidad de movilización de masas, apelan a
demandas “democráticas” y utilizan un lenguaje familiar a las izquierdas, pero
para promover fines antidemocráticos y los intereses de las élites. A la era de los golpes de Estado le
sucedieron los “golpes de mercado”, como el que obligó la renuncia del
presidente argentino Raúl Alfonsín en 1989, o de Hernán Siles Suazo en Bolivia,
en 1985, en medio de la hiperinflación promovida por “los mercados” para
destituir Gobiernos a los que consideraban poco fiables.
Ahora se trata de
destituir procesos democráticos, más que Presidentes, impedir cambios de fondo
promovidos por bases sociales organizadas y que cuentan con masivo apoyo
popular.

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